La frustración de la derrota
Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
09 de marzo de 2007
Tal vez sea la paternidad lo que le ha devuelto la sensatez, por lo cerca que está el nacimiento de su hijo, o tal vez es que, como dice el dicho, el tiempo cura todo; el caso es que Andrés Manuel López Obrador, ocho meses después del 2 de julio, dice que ya superó totalmente el “golpe muy duro” que fue para él la derrota en la pasada elección presidencial.
En un encuentro privado con las cúpulas del PRD, en la confianza de la intimidad partidista, López Obrador se sinceró y habló del fuerte impacto personal y psicológico que para él significó el resultado electoral. “Fue un golpe muy fuerte, pero estoy recuperado al 100%...
“Yo soy fuerte, estoy acostumbrado a enfrentar la adversidad, fue un golpe muy fuerte... incluso hay gente todavía deprimida, pero vamos adelante”, dijo el ex candidato presidencial a sus compañeros.
Pero, ¿cuánto le costó al PRD el tiempo que le llevó a López Obrador “recuperarse”? Más barato les hubiera salido a los perredistas haberle pagado una terapia con el mejor psicólogo, que esperar a que el tiempo y la inevitable realidad le hicieran entender a Andrés Manuel que el hubiera no existe y que, como él mismo lo dijo el martes a los perredistas, “hay que ver hacia delante”.
Porque las encuestas son implacables y consignan el daño que le hizo al PRD la frustración y la negación de la realidad que vivió AMLO. Del 33% de la votación histórica que alcanzó el perredismo a nivel nacional en los comicios, hoy los más diversos sondeos le dan al PRD entre el 22 y 23% de los votos nacionales. Es decir, 11 puntos porcentuales perdió el partido de izquierda en ocho meses, una caída estrepitosa que tiene su explicación en las decisiones alocadas y totalmente pasionales que tomó Andrés Manuel, desde el plantón en Reforma hasta aquel teatro delirante de la “Presidencia legítima”.
Políticamente se trata de errores garrafales de AMLO que arrastraron a su partido, pero si se le ve desde el lado humano, tal vez no sea tan fácil superar la frustración de la derrota cuando uno ya se veía sentado en la silla presidencial. Y eso nos lleva a otro tema: ¿cómo manejan los que pudieron ser y no fueron el dolor, la rabia, la frustración y el impacto psicológico que necesariamente sufren cuando pierden?
Hay en la política nacional muchos casos ilustrativos. Antonio López de Santa Anna, no obstante que había sido 11 veces presidente de México, cuando no logró su último intento cayó en una terrible depresión que lo tuvo meses en cama. Era tal la frustración de “su alteza serenísima”, que su esposa María Dolores Tosta juntaba todos los días a un grupo de mendigos y menesterosos de la calle 5 de Mayo, donde vivían, y los instruía para que pasaran frente a la cama de su marido, uno por uno, y lo saludaran: “Señor presidente Santa Anna, a sus órdenes”. En pago, por levantarle el ánimo al ex dictador, los hambrientos mendigos recibían un generoso desayuno.
El fallecido Mario Moya Palencia, cuando perdió la sucesión del 70 con Luis Echeverría, después de que se sentía seguro candidato, entró en tal crisis personal que se peleó con su familia y con sus amigos, y terminó viviendo solo. Otro caso es el de Javier García Paniagua: tras ser derrotado por López Portillo prefirió retirarse de la política, abandonó su carrera y se fue a vivir a su rancho en el sur de Jalisco.
A Emilio Martínez Manatou sus dos intentos frustrados por llegar a ser Presidente, primero derrotado por Luis Echeverría y luego ignorado por López Portillo, lo hicieron caer en el alcoholismo. Todos los días, apenas daban las 12 del día, empezaba a beber. El dulce sabor del anís lo acompañó hasta su muerte, hace 2 años.
A López Obrador no le dio ni por la bebida ni por el encierro, aunque sí hubo en su conducta y en sus decisiones claros signos de lo duro que fue para él superar la derrota. Su terapia parece haber sido el andar por todo el país, recorriendo plazas y comunidades, donde se mantuvo en contacto con la gente, algo que, dicen sus cercanos, tal vez le guste y le apasione mucho más que estar en un despacho ejerciendo el poder. Esas giras y la paternidad debieron ser parte de su proceso para superarlo.
Salvador García Soto
09 de marzo de 2007
Tal vez sea la paternidad lo que le ha devuelto la sensatez, por lo cerca que está el nacimiento de su hijo, o tal vez es que, como dice el dicho, el tiempo cura todo; el caso es que Andrés Manuel López Obrador, ocho meses después del 2 de julio, dice que ya superó totalmente el “golpe muy duro” que fue para él la derrota en la pasada elección presidencial.
En un encuentro privado con las cúpulas del PRD, en la confianza de la intimidad partidista, López Obrador se sinceró y habló del fuerte impacto personal y psicológico que para él significó el resultado electoral. “Fue un golpe muy fuerte, pero estoy recuperado al 100%...
“Yo soy fuerte, estoy acostumbrado a enfrentar la adversidad, fue un golpe muy fuerte... incluso hay gente todavía deprimida, pero vamos adelante”, dijo el ex candidato presidencial a sus compañeros.
Pero, ¿cuánto le costó al PRD el tiempo que le llevó a López Obrador “recuperarse”? Más barato les hubiera salido a los perredistas haberle pagado una terapia con el mejor psicólogo, que esperar a que el tiempo y la inevitable realidad le hicieran entender a Andrés Manuel que el hubiera no existe y que, como él mismo lo dijo el martes a los perredistas, “hay que ver hacia delante”.
Porque las encuestas son implacables y consignan el daño que le hizo al PRD la frustración y la negación de la realidad que vivió AMLO. Del 33% de la votación histórica que alcanzó el perredismo a nivel nacional en los comicios, hoy los más diversos sondeos le dan al PRD entre el 22 y 23% de los votos nacionales. Es decir, 11 puntos porcentuales perdió el partido de izquierda en ocho meses, una caída estrepitosa que tiene su explicación en las decisiones alocadas y totalmente pasionales que tomó Andrés Manuel, desde el plantón en Reforma hasta aquel teatro delirante de la “Presidencia legítima”.
Políticamente se trata de errores garrafales de AMLO que arrastraron a su partido, pero si se le ve desde el lado humano, tal vez no sea tan fácil superar la frustración de la derrota cuando uno ya se veía sentado en la silla presidencial. Y eso nos lleva a otro tema: ¿cómo manejan los que pudieron ser y no fueron el dolor, la rabia, la frustración y el impacto psicológico que necesariamente sufren cuando pierden?
Hay en la política nacional muchos casos ilustrativos. Antonio López de Santa Anna, no obstante que había sido 11 veces presidente de México, cuando no logró su último intento cayó en una terrible depresión que lo tuvo meses en cama. Era tal la frustración de “su alteza serenísima”, que su esposa María Dolores Tosta juntaba todos los días a un grupo de mendigos y menesterosos de la calle 5 de Mayo, donde vivían, y los instruía para que pasaran frente a la cama de su marido, uno por uno, y lo saludaran: “Señor presidente Santa Anna, a sus órdenes”. En pago, por levantarle el ánimo al ex dictador, los hambrientos mendigos recibían un generoso desayuno.
El fallecido Mario Moya Palencia, cuando perdió la sucesión del 70 con Luis Echeverría, después de que se sentía seguro candidato, entró en tal crisis personal que se peleó con su familia y con sus amigos, y terminó viviendo solo. Otro caso es el de Javier García Paniagua: tras ser derrotado por López Portillo prefirió retirarse de la política, abandonó su carrera y se fue a vivir a su rancho en el sur de Jalisco.
A Emilio Martínez Manatou sus dos intentos frustrados por llegar a ser Presidente, primero derrotado por Luis Echeverría y luego ignorado por López Portillo, lo hicieron caer en el alcoholismo. Todos los días, apenas daban las 12 del día, empezaba a beber. El dulce sabor del anís lo acompañó hasta su muerte, hace 2 años.
A López Obrador no le dio ni por la bebida ni por el encierro, aunque sí hubo en su conducta y en sus decisiones claros signos de lo duro que fue para él superar la derrota. Su terapia parece haber sido el andar por todo el país, recorriendo plazas y comunidades, donde se mantuvo en contacto con la gente, algo que, dicen sus cercanos, tal vez le guste y le apasione mucho más que estar en un despacho ejerciendo el poder. Esas giras y la paternidad debieron ser parte de su proceso para superarlo.
Etiquetas: 2 de julio, PRD
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